Este post también podría llamarse Con mis zapatos Prada abriéndome paso a través de la mierda.
Heredé de mi madre la odiosa costumbre de usar las cosas muy caras o super exclusivas a aunque no sea una ocasión especial, esta idea me la metió desde que era muy pequeña y confieso que he sido compradora compulsiva desde casi los 13 años, no tenía idea de cuántas de estas tenía hasta mi última mudanza, donde tiré cajas y cajas de objetos caducados.. Entonces el martes me puse unos zapatos Prada pintados a mano para ir a trabajar y andar por el centro de la ciudad/pueblo lleno de guano de palomas (que la estúpida gente se empeña en alimentar) y aunque con cada paso me veía como se ensuciaban, me sentí muy feliz de haberlos sacado por segunda vez de su empaque de papeles finos y hacerlos besar el asfalto.
En eso estaba cuando vino la crisis, la atrocidad, el final, el drama. Iba llorando por la calle, pensando, maldiciendo, deseando la muerte y repitiéndome pendeja, pendeja, pendeja... Y que veo mis zapatos. Únicos. Tan preciosos. Tan caros. Tan exclusivos... Y aquí estoy con mis zapatitos Prada pintados a mano abriéndome paso a través de la vida de mierda que me tocó vivir...
(en la noche)
Mi ritual consiste en mecanicamente lavarme la cara, ponerme las cremas, cepillarme los dientes y ponerme los pijamas que la muchacha que me ayuda me escoge cada día y me deja sobre la cama. Siempre limpios, siempre bien doblados, siempre perfectamente... ¿planchados?...
Me hace sentir un poco mal que me planchen los pijamas, que me busquen las llaves/cartera/bolsa cuando las pierdo, que me lleven mi jugo de lo que se me antoje a mi oficina a la misma hora todas las mañanas, que me traigan la cena que me da la gana a la hora que me da la gana, que me cuiden a mis hijos toda la tarde, que me hagan de comer lo que se me ocurra cada día y me lo sirvan, que si me ven sin zapatos me lleven corriendo las pantuflas sin yo pedirlas, que me lleven y me traigan a todas partes en silencio y viendo al camino nada más...
En eso pensaba ayer en la noche que desdoblé mi pijama planchadito con aroma a lavanda que Lety con la misma paciencia de hace 24 años me dejó en la cama, y pensé: ¿Qué hice para merecer esto? De hecho nadie me va a ver hoy en la noche, mi pijama bien podría ser de hace 3 días y no haría ninguna diferencia, esto es excesivo... y ridículo.
1 comentario:
Qué bueno que volvió :) ... Eso de las pijamas nunca ha sido mi fuerte, con decirle que hay ocasiones en que por la flojera de encontrarla (digo encontrarla porque tengo una, no me gustan) mejor me quito mis pantalones (o a veces ni eso) y así, sin más, me acuesto a dormir con la misma comodidad que le dan a algunos las pijamas. Por cierto las que tienen ese como saco, me chocan.
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